Es evidente que al despacho Oval ha regresado un Donald Trump más radicalizado e injerencista, luego de decir que quiere tomar el control del Canal de Panamá y de Groenlandia, lo cual debemos tomar con seriedad.
Esta actitud nos demuestra que con el paso de los tiempos el intervencionismo estadounidense solo ha cambiado de rostro.
México lo sabe muy bien, pues la primera intervención estadounidense en nuestro territorio fue en 1846 y, después, en 1914 en el estado de Veracruz.
La intervención más dolorosa ha sido la de 1846, ya que como resultado perdimos más de la mitad de nuestro territorio con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, la cual fue el 2 de febrero de 1848 que ya nadie quiere recordar.
Uno de los principales protagonistas de este hecho fue el presidente James Polk quien se anexó, de forma ilegal, a Texas que se independizó de nuestro territorio el 2 de marzo de 1836, lo que provocó el enfrentamiento con México.
Para anexarse Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada y Colorado, Polk utilizó la doctrina del “Destino manifiesto” que aseguraba que Estados Unidos fue una nación “elegida” y “destinada” a expandirse por la autoridad “divina.”
En días recientes, el Presidente, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva para declarar a los cárteles de la droga como grupos “terroristas”, lo que se me vino a la mente las palabras: intervención e invasión.
Es evidente que Trump utiliza este tema para fines políticos e injerencistas.
Antes de continuar, es importante precisar que aún no se ha hecho pública la lista de los cárteles que van a ser considerados como grupos “terroristas.”
Recordemos que para esta clasificación se requiere, en primer lugar, que sean grupos con sede fuera de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, que sean una verdadera amenaza a la Seguridad Nacional estadounidense.
Además, estas organizaciones deben estar involucradas en actividades terroristas y a la par deben tener la capacidad para poderlas realizar.
Por otro lado, se prende la alerta cuando el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, no descartó la posibilidad de ataques militares contra los cárteles de la droga en México.
Lo cito: “quiero ser claro: todas las opciones estarán sobre la mesa si nos enfrentamos a lo que se considera organizaciones terroristas extranjeras que atacan específicamente a los estadounidenses en nuestra frontera”.
Como podemos leer, ahora el gobierno de EE.UU. pasó del “Destino Manifiesto” a “combatir” a los cárteles de la droga, lo cual sabemos solo es un pretexto para intervenir, por lo menos, en el norte de México.
Los gobernantes estadounidenses no han combatido verdaderamente las causas que originan el consumo de fentanilo en su propio territorio, además, no hablan del tráfico de armas estadounidenses que caen en manos de estos grupos.
A tal grado que la Secretaría de la Defensa y la Fiscalía General de la República de México informaron que aseguraron un lanzagranadas en un inmueble presuntamente utilizado por el Cártel del Golfo. ¡Un lanzagranadas!, no es cualquier cosa.
Quizá usted se pregunte: ¿Qué interés tendría Trump en intervenir en México? Pues, nuestro país posee ricas reservas de gas y petróleo en el norte del País – en particular en las cuencas de Sabinas y Burgos- y por su puesto en el Golfo de México.
Que por cierto, Trump cambió el nombre del Golfo de México al “Golfo de América” en su plataforma continental y, además, ya declaró el 9 de febrero como el primer día de esta modificación.
Este tema nos recuerda a la
desaparición en los mapas de la famosa isla Bermeja que se ubicaba a 22
grados, 33 minutos latitud norte y 91 grados, cercana a la Península de
Yucatán y definía los límites náuticos entre México y EE.UU.
Esta isla beneficiaría a nuestro país al otorgarle 25 mil millones de barriles adicionales, la cual aparece en todos los mapas del Caribe desde 1535. Por ejemplo, en el mapa español que hizo Gaspar Viegas que esta resguardado en Florencia, Italia.
Incluso en 1997 se afirmó que esa isla nunca existió, justo cuando el presidente neoliberal Ernesto Zedillo y Bill Clinton estaban por firmar el tratado de delimitación del territorio marítimo entre ambas naciones.
Aunque el fantasma de Polk está presente en estos momentos, tenemos una gran ventaja que no teníamos en 1846, dado que en Palacio Nacional llegó una Presidenta que defiende nuestra soberanía, nada que ver con Antonio López de Santa Anna que tanto admiran los opositores mexicanos.
Incluso el pasado 5 de febrero, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo aseguró que nuestro país es libre y soberano.
Y en caso, de un atropello o una amenaza externa, indicó la mandataria que nuestra Constitución Política es “nuestro escudo” para defender al país.
También, encabezó el pasado domingo la marcha de la lealtad que se llevó a cabo en el Castillo de Chapultepec, cuya edificación jugó un papel importante en la intervención estadounidense en 1846.
Y en esa ceremonia el secretario de la
Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo advirtió que “nuestra soberanía
no es negociable” y que las Fuerzas Armadas tienen la certeza para
encarar cualquier amenaza que atente contra México.
Para finalizar, agrego que el fantasma de Polk suena en estos momentos solo en la narrativa, aunque en análisis geopolíticos se deben tener presentes todos los escenarios.
Ahora bien, es complicado que Trump invada a nuestro país, pues se requiere la aprobación del Congreso estadounidense. A pesar de que tiene mayoría en ambas cámaras, no son suficientes para realizar una intervención.
Además, sería una autentica violación al derecho internacional, aunque sabemos que a Estados Unidos no le interesa como lo vimos en el caso de Irak y Afganistán.
Y ante esta narrativa de “combatir” militarmente a los cárteles debe de existir una unidad en nuestro país y hacer a un lado a los traidores a la patria, además, debemos apoyar a nuestra Presidenta Sheinbaum en cualquier escenario que se presente.
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