Durante muchos años, los intelectuales de derecha mexicanos han visto a los periódicos estadounidenses como una fuente de información confiable.
Admiran a esos medios y muchos piensan que sus carreras se consagran cuando escriben, por ejemplo, en The New York Times o en The Washington Post. Ahí están los casos de Enrique Krauze y de Carlos Loret de Mola.
Con esta visión, los intelectuales de derecha y la derecha misma consideran que todo lo que publican esos medios sobre México es verdad.
Según los conservadores, son inválidas e infundadas las críticas a esos medios estadounidenses por su falta de profesionalismo, su línea editorial o sus incapacidades para explicar.
Esto viene a cuento por el “reportaje” publicado el 31 de diciembre del año pasado, donde las reporteras Natalie Kitroeff y Paulina Chávez, junto con la fotógrafa Meridith Kohut cuentan la historia de un supuesto laboratorio clandestino de producción de fentanilo en el centro de Culiacán.
A primera vista, el reportaje parece serio. Se narra cómo llegaron las reporteras al lugar y cuentan el proceso de la producción de fentanilo con testimonios de los “cocineros”. Sin embargo, hay algo raro en lo que cuentan, y más cuando se observan las fotografías.
Y es que el supuesto laboratorio, donde se manejan compuestos tóxicos peligrosos, es una cocina de una casa y las medidas de seguridad son inexistentes. Es ahí donde entra la duda si realmente sea un laboratorio de fentanilo o un montaje.
Hay una imagen, por ejemplo, donde un “cocinero”, con sólo un pasamontaña de algodón, está manipulando sustancias altamente tóxicas y, al lado, hay unas botellas de salsa picante y dos cervezas abiertas. Es ilógica esta imagen, porque el contacto de los compuestos del fentanilo es peligroso, y tener al lado dos cervezas y botellas de salsa picante abiertas es prácticamente la muerte.
Los intelectuales de derechas están hoy defendiendo la seriedad del texto de The New York Times, pero queda claro que eso que publicó dicho diario o es un montaje o una engañifa que le hicieron a las reporteras. Cualquiera de las dos posibilidades es inadmisible.
Así pues, hay que tener en claro que todo lo que publican los diarios estadounidenses sobre México tiene agenda, tiene líneas editoriales, tiene intereses y además, suele fallar mucho.
Sin duda, el reportaje del supuesto laboratorio de fentanilo en el centro de Culiacán es o una muestra de un error periodístico grotesco de The New York Times o evidencia los intereses perversos de grupos de poder en Estados Unidos en contra del gobierno de Claudia Sheinbaum.
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