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Cinco cosas que debes saber sobre el sionismo y la guerra contra Gaza


rebelion.org

Por Marc Vandepitte | 09/01/2024 | Palestina y Oriente Próximo

Fuentes: Rebelión [Foto: Theodor Herzl, padre del sionismo]

Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus

El genocidio que el ejército israelí está perpetrando hoy en Gaza no es un desliz, sino el fruto lógico de un proyecto imperialista y colonial establecido a finales del siglo XIX: el sionismo. Para comprender adecuadamente lo que está ocurriendo hoy en día es necesario examinar los orígenes y las apuestas de esta ideología y movimiento judío.

1. La cuestión judía

Los judíos han vivido dispersos por todo el mundo desde tiempos inmemoriales. Siglos antes de la caída de Jerusalén (70 d.C.), unos 3,5 millones de judíos vivían en la diáspora y solo medio millón residía en Palestina (1).

La situación de las distintas comunidades judías de la diáspora era muy diversa. Algunas eran prósperas y libres. En algunas regiones los notables judíos ocupaban incluso puestos de autoridad, en otras los judíos vivían en lo más bajo de la escala social, estaban oprimidos y eran blanco fácil del antisemitismo, especialmente en las regiones cristianas.

A finales del siglo XIX el capitalismo atravesaba una grave crisis. Gran parte de la población empobrecía. La clase dirigente necesitaba un chivo expiatorio para fomentar la unidad nacional y desviar la atención de la crisis, y en aquel momento ese chivo expiatorio fueron los judíos. Hubo brotes de antisemitismo tanto en Europa Oriental como Occidental. La Rusia zarista se vio sacudida por brutales pogromos en 1881 y en Francia se produjo el caso Dreyfus a finales del siglo XIX (2).

Durante ese periodo se formularon dos respuestas respecto a esta oleada antisemita. Para judíos progresistas como Karl Marx y Moses Mendelsohn la batalla se debía librar sobre el terreno contra todo aquello que fuera reaccionario. Otros, como Theodor Herzl, fundador del sionismo, optaron por la huida y, según ellos, los problemas de los judíos solo se podrían resolver en un Estado judío propio (3). De hecho, eso fue el punto central del sionismo.

2. Escaso apoyo dentro del judaísmo

En un principio se consideraron varios lugares para ese Estado judío propio, entre ellos Uganda, Kenia, Argentina y Palestina. Al final eligieron Palestina, un país que tenía la ventaja de que los mitos (4) del Tanaj (5) se podían utilizar para movilizar a los judíos en todo el mundo. Además, como veremos más adelante, este plan contaba con el pleno apoyo del imperialismo británico.

El sionismo fue creado por un puñado de intelectuales judíos. Contó con muy poco apoyo en sus primeras etapas. Varios círculos judíos se opusieron ferozmente a esta nueva ideología. Tanto el movimiento reformista como los judíos ortodoxos y el movimiento socialista (6) se opusieron a la idea de un Estado judío.

En el siglo XIX la burguesía judía estaba en su mayor parte bien integrada en la sociedad burguesa y la economía capitalista, de modo que sus miembros se centraron más en la asimilación que en la segregación. La idea de un Estado judío propio les parecía disparatada, totalmente incoherente con sus intereses. Tampoco los obreros judíos, que estaban influenciados por la Internacional Comunista, sentían demasiado entusiasmo por el sionismo (7).

Fue sobre todo entre la pequeña burguesía y, más concretamente, entre intelectuales, donde surgió el sionismo y encontró seguidores. La crisis del capitalismo golpeó duramente a la clase media y había pocas perspectivas de futuro para ella dentro de este sistema.

En resumen, en sus primeros años el sionismo fue apoyado principalmente por intelectuales pequeñoburgueses y era solo un movimiento minoritario dentro del judaísmo. Antes de la Primera Guerra Mundial el movimiento sionista no logró convertirse en un actor importante dentro del judaísmo.

La emigración a Palestina propugnada por los sionistas tampoco tuvo demasiado éxito. Entre 1881 y 1925 casi cuatro millones de judíos emigraron de Europa, pero sólo un 1% de ellos buscó refugio en Palestina en ese momento.

3. Apoyo imperialista y nazi

Los sionistas tenían poco apoyo de los sectores judíos, pero sí contaban con Gran Bretaña. A finales del siglo XIX el imperialismo está en pleno apogeo (8) y un Estado judío en Palestina conviene a los imperialistas británicos, por varias razones.

Los británicos querían controlar Oriente Próximo, de modo que un Estado judío en esa región y bajo influencia británica podría ser muy útil en este sentido. Palestina tenía una gran importancia estratégica debido a su proximidad al Canal de Suez (abierto desde 1869), que da acceso a la ruta más corta hacia Asia. A partir de 1935 el petróleo desempeñó un papel igualmente importante: el suministro de petróleo de Irak hacia el Mediterráneo también pasaba por este país (9).

A finales del siglo XIX el Imperio otomano estaba en pleno declive y había la posibilidad real de que se formara un Estado árabe grande y fuerte en el vacío que dejara el Imperio otomano. A principios del siglo XIX Mohammed Ali ya había tratado de crear un imperio árabe fuerte que incluyera Siria y parte de Sudán, además de Egipto. Los británicos querían impedirlo con la creación de un Estado judío.

Por último, al crear un Estado judío los británicos querían impedir que Francia, gran rival imperialista, se apoderara de esta región estratégica. Anteriormente Francia, bajo Napoleón, había intentado anexionarse Egipto y Siria.

En 1838 los británicos abrieron su primer consulado en Jerusalén. La misión incluía animar informalmente a los judíos a ir a Palestina con la promesa de protegerlos (10). Casi sesenta años antes de que los sionistas judíos celebraran sus congresos, a los británicos no solo les agradaba la idea de asentar judíos allí, sino que ya habían empezado a hacerlo.

En 1917 el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, escribió a Lionel Walter Rothschild, miembro de la destacada familia de banqueros judíos Rothschild de Gran Bretaña, una carta al movimiento sionista, que iba a pasar a la historia como la Declaración Balfour. En ella afirma que el gobierno británico estaba a favor del establecimiento de un «hogar nacional para el pueblo judío en Palestina» y que iba a hacer todo lo posible para facilitar este proyecto.

Las aspiraciones de los sionistas pequeñoburgueses coincidían con los intereses geopolíticos del imperialismo británico. El sionismo es en gran medida fruto del gran capital británico. Sea como fuere, sin Gran Bretaña el proyecto sionista nunca se habría podido desarrollar ni alcanzar sus objetivos en Palestina.

Pero los sionistas no solo buscaron apoyo en el imperialismo británico. Los sionistas alemanes, por ejemplo, cerraron varios acuerdos de cooperación con los nazis. Judíos alemanes ricos pudieron emigrar a Palestina junto con su capital. Ese capital judío-alemán permitió a los sionistas construir en Palestina la infraestructura económica necesaria para recibir a los judíos de Alemania. A cambio, los sionistas alemanes rompieron el boicot que la mayoría de las organizaciones judías de Europa y Estados Unidos habían declarado contra el comercio de productos alemanes.

En Palestina la Agencia Judía creó un comité para investigar los problemas de los judíos en Alemania. David Ben Gurion, primer Primer Ministro de Israel, escribió en su momento: «No es la tarea de la comisión abogar por los derechos de los judíos en Alemania. La comisión solo debería interesarse por el problema de los judíos alemanes en la medida en que puedan emigrar a Palestina».

Gracias a esos acuerdos los judíos alemanes «formaron la clase superior de Israel» de la época (11).

Después de la Segunda Guerra Mundial el papel de mecenas y facilitador fue asumido sobre todo por Estados Unidos, con Europa como socio menor.

4. Proyecto colonial
Puede que los judíos fueran (12) un pueblo sin tierra, pero Palestina seguramente no era una tierra sin pueblo. Algo menos de medio millón de palestinos vivían entre el río Jordán y el mar Mediterráneo a finales del siglo XIX. Para convertir la zona en un Estado «judío» era necesario eliminar a esa población autóctona.

En otras palabras, el proyecto propugnaba un colonialismo de asentamiento similar a lo que los europeos habían hecho anteriormente en América del Sur y del Norte, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda.

Todos los proyectos de colonialismo de asentamiento se rigen por la llamada «lógica de la eliminación«, que es la lógica de eliminar a la población indígena en la mayor medida posible. La historia de los países mencionados demuestra que esta lógica lleva inevitablemente a la deshumanización, la privación de derechos, la limpieza étnica y el genocidio (13).

Los objetivos de los sionistas estuvieron muy claros desde el principio, aunque en un primer momento no los declararon abiertamente. En 1895 Theodor Herzl escribió en su diario: «Intentaremos que los indigentes crucen la frontera ofreciéndoles trabajo en los países de tránsito, mientras les negamos trabajo en nuestro país. […] Tanto el proceso de expropiación como el de eliminación de los pobres se deben llevar a cabo con discreción y cautela».

Y no fueron solamente palabras. Los sionistas compraron todas las tierras posibles, construyeron su propia estructura estatal paralela y establecieron milicias (14).

Poco a poco, los dirigentes sionistas se mostraron menos tímidos y se declararon abiertamente a favor de un Estado exclusivamente judío. En 1940 Josef Weitz, jefe del Departamento de Colonización de la Organización Sionista Mundial, no se anda con rodeos: «Debe quedar claro que en el país no hay sitio para ambos pueblos [árabe y judío]. […] Si los árabes [palestinos] la abandonan, la tierra será vasta y espaciosa para nosotros. […] Aquí no caben los compromisos. No hay otro camino que trasladar a los árabes [palestinos] desde aquí a los países vecinos, trasladarlos a todos, excepto quizá [a los árabes palestinos de] Belén, Nazaret y la vieja Jerusalén. No debe quedar ni un pueblo, ni una tribu [beduina]».

Los estatutos del Likud, el partido de Netanyahu, tampoco dejan mucho a la imaginación. Dice: “El derecho del pueblo judío a la tierra de Israel es eterno e incuestionable» y «entre el Mar y el Jordán solo habrá soberanía israelí».

Lo que tenemos aquí es puro colonialismo de asentamiento que, por cierto, encajaba perfectamente en el espíritu de la época, caracterizado por los impulsos colonizadores de los países europeos. A finales del siglo XIX se ocuparon y colonizaron casi todos los territorios no colonizados de Asia y África. Por ejemplo, en 1870 solo el 10% de África pertenecía a potencias europeas, porcentaje que aumentó hasta el 90% en el periodo anterior a la Primera Guerra Mundial. En la Conferencia de Berlín (1885) África se repartió simplemente entre los colonizadores europeos.

El sionismo forma parte de esos acontecimientos y, en otras palabras, se puede considerar el último proyecto colonial europeo.

5. ¿Solución de dos Estados?
El colonialismo agresivo se puso inmediatamente de manifiesto con la declaración y formación del Estado judío en 1948. Su naimiento fue acompañado de la Nakba (“catástrofe” en árabe): una matanza masiva de la población palestina, la destrucción de 500 pueblos y la deportación de aproximadamente la mitad de la población palestina. Una resolución de la ONU preveía el retorno de todos los palestinos expulsados, pero nunca se cumplió.

A partir de entonces todo se redujo a aspirar a la menor cantidad posible de palestinos en el mayor territorio anexionado posible. Con la Guerra de los Seis Días de 1967 Israel cuadruplicó su territorio. Ocupó Gaza, la península del Sinaí (devuelta a Egipto en el 79), Cisjordania (incluida Jerusalén oriental) y los Altos del Golán (arrebatados a Siria).

Los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995 consolidaron aún más el proyecto colonial. Se suponía que estos acuerdos iban a resolver el conflicto palestino-israelí. Contemplaban el llamado autogobierno palestino, que prepararía el camino para la creación de un Estado palestino. Pero ese autogobierno era una farsa. En los hechos, esta “solución de dos Estados” no fue más que una táctica de distracción que permitió a Israel seguir desposeyendo a los palestinos. La paz no era más que un pretexto para que Israel ganara tiempo y siguiera construyendo colonias judías.

Y así lo hizo. Mientras tanto, medio millón de colonos viven ahora en la Cisjordania ocupada y la cifra va en aumento. Allí la vida de los palestinos se hace lo más difícil posible: son humillados, acosados y robados. Miles de ellos, incluidos niños, han sido secuestrados y pasan años en las cárceles de Israel.

Pero esto no es nada comparado con lo que ocurre en Gaza, donde sus residentes están sometidos a un bloqueo total desde 2007 y la franja ha quedado reducida a ser un campo de concentración.

Hoy en día solo queda una pequeña parte de la Palestina original.


¿»Acabar el trabajo» o fin del proyecto sionista/imperialista?
El ataque por sorpresa desde Gaza y el posterior asedio de Gaza son un punto de inflexión en el proyecto sionista. No es posible volver a la situación anterior.

El ejército israelí se permite una violencia primitiva y brutal basada en tecnología punta, incluida la inteligencia artificial. El objetivo oficial es eliminar a Hamás, pero la ferocidad y la crueldad de la operación delatan que se trata de una excusa para hacer inhabitable la zona y deportar completamente a la población.

Según el filósofo judío Moshé Machover, ese plan existe desde hace mucho tiempo. En 2014 afirmó : «Lo que en realidad se está esperando es el momento en que puedan ser expulsados a los países vecinos de una vez por todas. Eso sólo será posible durante una guerra a gran escala y me temo que Israel está dispuesto a provocarla».

Desde entonces se han filtrado varios planes para deportar a toda la población de Gaza al extranjero. El ministro de Agricultura, Avi Dichter, habla abiertamente de «una nueva ‘Nakba'».

Sin lugar a dudas, la guerra actual responde plenamente al viejo sueño sionista de gobernar la región desde «el mar hasta el río Jordán».

El respaldo imperialista a ese sueño también quedó muy claro cuando poco después del 7 de octubre los altos mandos estadounidenses y europeos se apresuraron a acudir a Tel Aviv para apoyar al gobierno israelí. Estados Unidos también envió inmediatamente dos buques de guerra, gran cantidad de municiones y 14.500 millones de dólares en ayuda.

Robert F. Kennedy Jr., sobrino del Presidente John F. Kennedy, explicó claramente por qué Israel es tan importante para Estados Unidos: «Israel es esencial para Estados Unidos. La razón es que actúa como bastión de Estados Unidos en Oriente Próximo. Es casi como tener un portaaviones en Oriente Medio. Es nuestro aliado más antiguo, desde hace 75 años».

Pero los sionistas están pagando un precio por toda esta barbarie. En palabras de la antropóloga libanesa Leila Ghanem, Israel se está convirtiendo silenciosamente en «el país más odiado del mundo».

Desde el comienzo de la guerra millones de personas de todo el mundo salieron a la calle contra el genocidio de Gaza, los sindicatos detuvieron entregas de armas, y funcionarios y soldados israelíes están siendo demandados ante tribunales internacionales y nacionales. Corre peligro la mejora de las relaciones que Tel Aviv estaba logrando con los países de la región.

Para el Sur Global el proyecto sionista es un anacronismo y no tiene futuro. Debe acabar “excepción israelí”. Los oprimidos y aterrorizados palestinos y su resistencia a este “último proyecto colonial” tienen un enorme valor simbólico.


Obama advierte acerca de una nueva ola de antisemitismo a consecuencia de lo que está ocurriendo en Gaza. Ironías de la historia: el sionismo, que pretendía ser una solución al antisemitismo, es ahora causa de antisemitismo.

También el imperialismo está en mala posición. El apoyo de facto al horror en Gaza desenmascara la retórica sobre los derechos humanos y la democracia. No podría ser mayor el contraste entre la manera en que Occidente trató a Rusia tras la invasión de Ucrania y al apoyo que hoy presta a Israel.

La guerra contra Gaza está acelerando las conflictivas relaciones Norte-Sur. Occidente está cada vez más aislado y ha perdido definitivamente credibilidad ante los países del Sur global.

Me gustaría terminar con las palabras de Leila Ghanem: «La batalla de Gaza es la batalla de todos nosotros. (…) Todavía resuenan en mis oídos las palabras del periodista portugués Miguel Urbano (1925-2017) : “Ahí donde el imperialismo concentra sus fuerzas militares, políticas, económicas y mediáticas, quienes resisten lo hacen en nombre de toda la humanidad. La caída de Gaza será la caída de todos nosotros ante a la barbarie capitalista. El mérito de la solidaridad mundial de hoy con Gaza es haber desenmascarado a nuestro común enemigo de clase».

Artículo original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2023/12/31/5-zaken-die-je-moet-weten-over-het-zionisme-en-de-oorlog-tegen-gaza/

Notas:

(1) Catherine L., ‘De Palestijnse kwestie: een koloniaal probleem?’, in Catherine L., Wim De Neuter en Chomsky N., De Palestijnen: een volk teveel?, Berchem 1988, 5-23, p. 7.

(2) A finales del siglo XIX el oficial judío-francés Alfred Dreyfus fue acusado falsamente de ser espía de Alemania. Su condena se basó en declaraciones y documentos falsos formulados por el verdadero espía, Ferdinand Walsin-Esterhazy. Dreyfus fue condenado a cadena perpetua. Más tarde fue vuelto a juzgar al reabrirse el caso y Dreyfus fue puesto en libertad y más tarde aún fue finalmente absuelto.

(3) Catherine L., Palestijnen. Geschiedenis van een kolonisatie, Berchem 2017, p. 45-6.

(4) Es especialmente importante en este sentido el mito de la escatología. Ese mito se refiere al fin de los tiempos, también llamado Juicio Final. Según la Torá y el pensamiento judío, esos tiempos finales se caracterizan por el regreso de la diáspora judía exiliada, la venida de un Mesías judío, una vida después de la muerte y la resurrección de los muertos. Otro mito es que Israel es la tierra que Dios prometió a Abraham.

(5) El Tanaj es la parte de la Biblia considerada sagrada por los judíos. Los cristianos lo describen como el «Antiguo Testamento». El Nuevo Testamento, la otra parte de la Biblia, se centra en la llegada de Jesús.

(6) Pappe I., Ten myths about Israel, Londen 2017, p. 15.

(7) Rodinson M., De joodse natie in droom en daad, Berchem 1988, p. 83.

(8) La primera oleada de colonización comenzó con Colón en 1492. En aquella época afectaba principalmente a las Américas y a las regiones costeras de África y Asia. A partir de la segunda mitad del siglo XIX llegó una nueva oleada de colonización. Se ocuparon y colonizaron casi todas las zonas aún no colonizadas en busca de oportunidades de inversión favorables y rutas comerciales lucrativas, por un lado, y de materias primas y mano de obra baratas, por otro. Las superpotencias de la época, con Gran Bretaña a la cabeza, se repartieron literalmente el mundo e intentaron ampliar su esfera de influencia todo lo posible. Esa rivalidad es lo que llevó a la Primera Guerra Mundial.

(9) Catherine L., Palestijnen. Geschiedenis van een kolonisatie, p. 50.

(10) Pappe I., op. cit., p. 16.

(11) Catherine L., ‘Nazi’s en Palestijnen’, in Catherine L., Wim De Neuter en Chomsky N., op. cit. 133-155, p. 148-150.

(12) Dada su diversidad particularmente amplia, es muy cuestionable que los colonos judíos puedan considerarse un «pueblo». Shlomo Sand ha analizado en profundidad esta cuestión en su libro La invención del pueblo judío.

(13) Pappe I., op. cit., p. 42.

(14) Pappe I., op. cit., p. 42.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.


 

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